31.10.10

AGUA


Brotas cristalina y fresca para hacer tu obligado recorrido, llevando la vida y la fertilidad en tus entrañas.
Gota a gota o a chorros, estancada o en cascada, agua, sacias la sed de todo ser vivo.
Agua que rodeada de verdor transitas alrededor de los seres y llenas sus vidas con la vida que regalas, agua y cuando llegas al mar sin grandezas, sin querer protagonismo, entras a formar parte de su inmensidad.
Tu historia sólo tú la sabes. Pero la cuentas al que quiere escucharla, con tu rumor en los ríos, con tu gotear de lluvia o con el rumor de las olas marinas. Sonido de agua, tan limpio y tan musical que da sosiego y paz si se escucha desde el alma.
Agua, eres la riqueza, agua

28.10.10

MAGIA Y RECUERDO

Descubrí que todavía hay rincones de mi querida Fontaneta que no conozco.
Siempre he sabido que se trata de un paisaje cambiante, un paraje sorprendente cada vez que se visita, pero no sabía que después de tantos años iba a redescubrir tantas cosas, tanto en el río como en mí.
Decidí pasear por donde no hay caminos, por donde las sendas han desaparecido y tienes que ir apartando la vegetación para poder pasar. Esta decisión me llevó a resbalones, caídas, arañazos y a descubrimientos insospechados. No podría detallar muy bien el lugar, porque ni yo sabía dónde estaba, pero la zona era desde el puente de la vía hasta el azud.
Y allí estaba yo, como si volviese a mi infancia saltando de piedra en piedra y mojándome las zapatillas, claro está que sin el miedo de una regañina al llegar a casa, que da mucha tranquilidad. Fue duro, porque a mis años ya no estoy para correrías, y además cometí la imprudencia de ir sin compañía, que aunque afortunadamente no pasó nada, sé que no se debe hacer, pero cuando llegué al río, una fuerza misteriosa se fue apoderando de mí como si me fuera quitando años y poco a poco me veía como los chiquillos, pasando una tarde de aventuras.
Lo cierto es que me divertí mucho, aunque no fuí capaz de atrapar ni una sola rana, ni un sólo barbo, ni una sola libélula... primero porque hay mucha menos fauna de esta clase que antes y segundo porque mis reflejos no son los mismos. Tampoco hubiera sido capaz de nada más que de devolver al animalito a su libertad, pero probé mis habilidades y reconozco que las he perdido.
Lo que descubrí que no he perdido es la capacidad que tienen los niños de sorprenderse, de investigar, de embracarse en aventuras a pesar del riesgo que se corre con ellas. Descubrí que con los recuerdos se puede volver a vivir sensaciones de la infancia, que se presuponen perdidas. Pero no es cierto, no están perdidas, se pueden recuperar, aunque eso sí, se necesita de la magia de un lugar que en otro tiempo te las hizo vivir.
La vida necesita de esta magia para poder disfrutar de ciertas sensaciones y para volver a ser niños de vez en cuando.

29.9.10

DOS MESES Y DIECINUEVE DÍAS: UN VERANO


Hacía muchos, muchos años que no disfrutaba de este privilegio: pasar todo el verano en Ayerbe.

Para analizar estos meses, tendría que mirar las cosas desde muchos prismas, desde muchas perspectivas, pues como tantas cosas en la vida, no ha sido ni bueno ni malo, ni blanco ni negro, vamos, ni "fu ni fa".
¿Por qué? pues muy sencillo: las cosas no salen nunca como las imaginas y cuando la realidad suple a la imaginación, no sólo eres tú quien crea el día a día, sino tú y todo aquello que te rodea.
En mi caso, me he dado de bruces con una realidad, que no esperaba, seguramente por vivir del recuerdo y del pasado.
Ayerbe es otra villa de la que yo dejé. No sabría explicar en qué ha cambiado, pero lo cierto es que sí lo ha hecho. También yo habré cambiado, y veinte años después tengo una madurez y una serenidad de las que carecía cuando habitaba allí, pero esto me ha servido, sin lugar a dudas, para ser más analítica con lo que he vivido.
Los primeros días, aprovechando que el mundial de futbol nos convocaba a todos con un mismo objetivo, salí a ver los partidos.

Contacté con todas aquellas personas que pude, les iba explicando que pasaría alli todo el verano. Antiguos amigos, compañeros, conocidos, personas que se alegran de verte y que en algún momento han formado parte de tus correrías, de tus proyectos, de tus inquietudes, de tus juergas, de tus cenas, de tus fiestas... en definitiva, de lo que te ha ido haciendo persona mientras estuviste en Ayerbe y por tanto, han formado parte de tí.
Como esto no dió su fruto, seguí dando mis paseos por la Fontaneta, por la Fuente de los tres caños, por San Miguel, por las plazas, por la Fuente de los Ciervos, pero siempre en soledad.
Luego llegaron las fiestas y con gran ilusión acepté ensayar unos pasos de jotas para bailar a nuestra patrona y rememorar así los dieciocho años que estuve en el grupo folcklórico viviendo la
jota desde lo más profundo de mi corazón.
Bailé el día de la ronda, agradezco a Oscar y a Ester su paciencia ensayando y pido disculpas al público por no haberlo hecho mejor (la edad no perdona, pero la voluntad era absoluta). Si es posible, me gustaría repetir la experiencia.
Cuando terminaron las fiestas y tras unos dias, terminó mi estancia en Ayerbe.
Estoy en la distancia de nuevo y creo que desde ella estoy más cerca de Ayerbe que cuando estaba allí este verano. Es tan grande el recuerdo de cuando vivía allí, que este me mantiene más vivo el sentimiento ayerbense que sus propias calles y sus propias gentes.
Amo a Ayerbe, soy Ayerbense y defenderé a mi pueblo hasta el agotamiento, pero todo ha cambiado. Ya nada es igual para mí, no hay algo para compartir, no hay nada sobre lo que debatir, no hay tema para discutir y sobre todo, no tengo con quién hacerlo. Sólo hola y adios. Delante de los Ayerbenses me he sentido como un arbol arrancado y sin tierra donde extender las raices para poder sobrevivir.

Me ha pesado mucho, me ha dolido profundamente. Quizás mis espectativas iban demasiado lejos. Lo cierto es que sentí que en Ayerbe sólo me queda la familia y... los recuerdos, pero en cuanto al presente, Ayerbe es un espejismo en mi corazón ayerbense.
Seguiré amando mi tierra, seguiré regresando, y seguiré nutriendo mi corazón de un tiempo pasado, que sin duda fue mejor.

26.9.10

LLEGANDO A AYERBE

Dicen que la distancia es el olvido. Yo digo que no, que a mí , la distancia, no me ha hecho olvidar. Todo lo contrario, cada vez tengo más presentes mis raíces, y eso que va para 20 años que mi residencia está a 600 kilómetros. Para que luego digan... Haces nuevos amigos, formas una familia, te integras en una nueva sociedad, pero cada vez que viajas a Ayerbe, cuando vislumbras San Miguel, se te hace un nudo en la garganta, contienes la emoción y, con el corazón encogido, piensas: YA ESTOY LLEGANDO A CASA.


25.5.10

FUENTE DE LOS TRES CAÑOS







El sonido suave del agua en un atardecer de verano.
Después de dar un paseo no demasiado largo
puedo acercarme en soledad a tí como siempre hago
a saciar mi sed, a calmar mi cansancio
y aislarme del bullicio que tiene lo urbano
con los sentidos a flor de piel y un libro en la mano.
Sin pensar en nada especial, sólo disfrutando,
abriendo ese libro y escuchando el campo.
Protagonista: el agua, en un silencio blanco
con tenues pinceladas de pájaros cantando.
Una página, un capítulo, la lectura avanzando.
pasa la tarde, pasa sin prisa, pasa... despacio.
Una situación inmensa de paz se va apoderando
de un instante breve y fugaz que a la vez parece largo.
Y a punto de caer el sol, dejo caer los párpados
para recrearme en sentir esa paz, no por el cansancio.
Es una suerte poder experimentar en tono relajado
de una lectura amena, junto al son de los caños.
Antes de iniciar el regreso, apetece otro trago
de esas aguas aterciopeladas que rozan mis labios
en un beso fresco y húmedo que también es cálido.
Y de regreso a casa, volviendo a lo urbano,
al cruzar las dos plazas con los niños jugando,
vuelven a mí las sensaciones que he experimentado:
El agua, la fuente, la paz, el descanso...
días como el de hoy ni puedo ni debo olvidarlos.

22.5.10

PASADO, PRESENTE Y FUTURO

En Ayerbe yo pasé
mi infancia y mi juventud
y ahora en la madurez,
también lo pensarás tú,
Ayerbe es serenidad,
Ayerbe es magnitud.
Los paseos por sus calles
caminar hasta el azud,
te recuerdan que algún día
también Ayerbe eras tú.
Quizás en dias futuros
al llegar a la vejez
pueda regresar a Ayerbe
a quedarme, a envejecer,
a ver el tiempo pasar
a recordar lo que fue
ese tiempo muy lejano
que nunca podrá volver
pero siempre está presente
porque allí pude crecer.

10.5.10

PASEO





Hace una buena tarde, una temperatura muy agradable para dar un paseo por un lugar fresco, verde, tranquilo y que contagie paz.

La elección es clara: LA FONTANETA

Cada árbol, cada banco, cada camino trae recuerdos de otro tiempo.

Muy atrás, en la infancia, de juegos, de baños veraniegos, de carreras, y los primeros contactos con un espacio natural de ensueño.

Más adelante, en la adolescencia, de aislamiento de la civilización, de rebeldía, ruptura de normas y los primeros cigarrillos.

Luego, en la juventud, de meriendas en pandilla, de juergas, y los primeros amores.

Ahora, ya en la madurez, del recuerdo de todo ello.

El camino, los bancos, las escaleras, el campamento San Gregorio, el pantaner, el camino de Juan Diablo, el Azud, el puente la vía, la fuente, los árboles, las violetas, el río,... y, sobre todo, el silencio roto sólo por el murmullo del agua o por el balanceo de las verdes hojas que se mueven a merced del viento, evocan en cada rincón un recuerdo.

Y aunque la naturaleza es cambiante y cada año este paseo te depara sorpresas, es un recorrido que, mientras caminas, te va recordando momentos inolvidables, momentos que perdurarán siempre y que cada paso, con suavidad, te dicen en lo más hondo de tu memoria que en ese lugar ya estuviste y tienes la oportunidad de revivir, como si no hubiera pasado el tiempo, de una forma totalmente mágica, aquel momento. Y… sólo con tu presencia y el volar de tu recuerdo.

22.4.10

EL CORAZÓN EN LA PLUMA

Desde los muros, que coronan mi pueblo, abro la puerta a mi pluma para entrar con el corazón en Ayerbe.

Es posible que en ocasiones me traicione la distancia, y no vea las cosas claras por haberme sido nubladas por el tiempo, por el olvido, o simplemente por la lejanía, pero lo que siempre será cierto es que escribiré desde el corazón.

En Ayerbe tengo mis raíces, ahí me crié, crecí y me formé como persona, en una escuela que me intentó inculcar unos valores que me hicieron crecer, formarme y, para bien o para mal, ser quien soy ahora.

Es cierto que he tenido más influencias en mi vida, que también habrán ido dejando algún poso en mí, pero es bien sabido que los valores mamados en la infancia son los que prevalecen, los que perduran.

Maestros, desde D. Domingo hasta D. Ángel, sacerdotes, desde Mosen Luna hasta D. Jose María, familiares, amigos, vecinos y las múltiples circunstancias que se dieron en múltiples lugares, dejaron un hondo calado en mi educación, que luego, fuera, he ido modelando y enriqueciendo con otras vivencias que se han visto influenciadas por aquellas de la primera infancia.

Escribo porque me resulta placentero plasmar en palabras lo que a veces sólo son pensamientos, y recuerdos. Puedo disfrutar ese placer y además, si no los escribiera, sin lugar a dudas se perderían, porque los pensamientos y los recuerdos son tan breves y efímeros como intensos.

Paséate, si quieres, por las distintas páginas y comparte conmigo un trocito de Ayerbe.