29.9.10

DOS MESES Y DIECINUEVE DÍAS: UN VERANO


Hacía muchos, muchos años que no disfrutaba de este privilegio: pasar todo el verano en Ayerbe.

Para analizar estos meses, tendría que mirar las cosas desde muchos prismas, desde muchas perspectivas, pues como tantas cosas en la vida, no ha sido ni bueno ni malo, ni blanco ni negro, vamos, ni "fu ni fa".
¿Por qué? pues muy sencillo: las cosas no salen nunca como las imaginas y cuando la realidad suple a la imaginación, no sólo eres tú quien crea el día a día, sino tú y todo aquello que te rodea.
En mi caso, me he dado de bruces con una realidad, que no esperaba, seguramente por vivir del recuerdo y del pasado.
Ayerbe es otra villa de la que yo dejé. No sabría explicar en qué ha cambiado, pero lo cierto es que sí lo ha hecho. También yo habré cambiado, y veinte años después tengo una madurez y una serenidad de las que carecía cuando habitaba allí, pero esto me ha servido, sin lugar a dudas, para ser más analítica con lo que he vivido.
Los primeros días, aprovechando que el mundial de futbol nos convocaba a todos con un mismo objetivo, salí a ver los partidos.

Contacté con todas aquellas personas que pude, les iba explicando que pasaría alli todo el verano. Antiguos amigos, compañeros, conocidos, personas que se alegran de verte y que en algún momento han formado parte de tus correrías, de tus proyectos, de tus inquietudes, de tus juergas, de tus cenas, de tus fiestas... en definitiva, de lo que te ha ido haciendo persona mientras estuviste en Ayerbe y por tanto, han formado parte de tí.
Como esto no dió su fruto, seguí dando mis paseos por la Fontaneta, por la Fuente de los tres caños, por San Miguel, por las plazas, por la Fuente de los Ciervos, pero siempre en soledad.
Luego llegaron las fiestas y con gran ilusión acepté ensayar unos pasos de jotas para bailar a nuestra patrona y rememorar así los dieciocho años que estuve en el grupo folcklórico viviendo la
jota desde lo más profundo de mi corazón.
Bailé el día de la ronda, agradezco a Oscar y a Ester su paciencia ensayando y pido disculpas al público por no haberlo hecho mejor (la edad no perdona, pero la voluntad era absoluta). Si es posible, me gustaría repetir la experiencia.
Cuando terminaron las fiestas y tras unos dias, terminó mi estancia en Ayerbe.
Estoy en la distancia de nuevo y creo que desde ella estoy más cerca de Ayerbe que cuando estaba allí este verano. Es tan grande el recuerdo de cuando vivía allí, que este me mantiene más vivo el sentimiento ayerbense que sus propias calles y sus propias gentes.
Amo a Ayerbe, soy Ayerbense y defenderé a mi pueblo hasta el agotamiento, pero todo ha cambiado. Ya nada es igual para mí, no hay algo para compartir, no hay nada sobre lo que debatir, no hay tema para discutir y sobre todo, no tengo con quién hacerlo. Sólo hola y adios. Delante de los Ayerbenses me he sentido como un arbol arrancado y sin tierra donde extender las raices para poder sobrevivir.

Me ha pesado mucho, me ha dolido profundamente. Quizás mis espectativas iban demasiado lejos. Lo cierto es que sentí que en Ayerbe sólo me queda la familia y... los recuerdos, pero en cuanto al presente, Ayerbe es un espejismo en mi corazón ayerbense.
Seguiré amando mi tierra, seguiré regresando, y seguiré nutriendo mi corazón de un tiempo pasado, que sin duda fue mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario