De nuevo llega la Navidad a nuestros hogares.
Afortunados los que tenemos todavía un hogar en el que abrirle la puerta para que entre.
Afortunados los que tenemos todavía un hogar en el que abrirle la puerta para que entre.
Muchos la recibirán en la calle, con frío, con humedad, con miseria, pero entre ellos habrá algunos que tendrán una sonrisa.
Las luces llenarán nuestras casas, nuestras calles, nuestras ciudades, y desde nuestra comodidad, nos olvidaremos de aquellos, entre ellos muchos niños o ancianos o enfermos, que no tendrán un lugar confortable para iluminar sus vidas en estas fechas tan hermosas.
Los manjares llenarán nuestras mesas, en mayor o menor medida, y brindaremos con bonitas copas por nuestra salud y algunos de nosotros, quizás por un mundo mejor, pero sin acordarnos en esos momentos de los que no van a tener ni un bocado que llevarse a la boca.
Tendremos nuestro tiempo de repartir y abrir regalos, sin pensar que, seguramente, no los necesitábamos y quienes sí los necesitan no los tendrán.
Estaremos unos días rodeados de nuestras familias, mientras otros estarán en la soledad de un hospital, de una residencia, de un albergue o de la calle.
Cada uno sabremos cómo lograr una sonrisa de alguien que tiene, en los últimos meses, pocos motivos para sonreir.
En la medida de nuestras posibilidades vivamos estas fiestas desde la
solidaridad. No nos olvidemos de los que necesitan de ellla.
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